“Do you still dance only in Buenos Aires?”
- viviana454
- May 14
- 4 min read
Tango Zen Journal – April 25, 2025
“Do you still dance only in Buenos Aires?”
“¿Seguís bailando solo en Buenos Aires?”
Recently, a tango interviewer I’ve known for a while reached out to me after a long silence. As we exchanged messages, his last question lingered in my mind:
“Do you still dance only in Buenos Aires?”
My answer is simple: Yes, I only dance in Buenos Aires.
But the reason behind it is not as simple as it seems.
I’ve explained it before, but maybe not clearly enough. For me, “dancing” is not just about movement, steps, or the social aspect. It is about a state of being I refuse to compromise on—a quality of connection and transformation that I have only found here.
People sometimes ask, “What exactly are you looking for when you dance? What is it that makes you say yes or no?”
Let me be specific. I am looking for something deeper—an experience that goes far beyond steps or technique.
In the general sense, dance at its highest is the experience of flow and transcendence.
Psychologists call it “flow state”: you become fully immersed, time disappears, and your movements feel effortless, as if the dance is moving you. There’s a letting go, a surrender—beyond the thinking mind, beyond ego. You feel expanded, transformed, more alive than you ever imagined.
In Tango Zen, it’s even more than that:
I seek presence—real, embodied, unfiltered. When I dance, I am not trying to “do” anything. There’s no inner commentary, no self-judgment, no goal. I become pure awareness in motion. I let the boundary between myself and the other dissolve.
I don’t just move; I am moved. I am danced.
This is what I demand from dance and from myself. If I can’t meet the dance in this way, I’d rather not dance at all.
That’s why I don’t dance in Europe or anywhere else. The feeling is not there. I don’t compromise, even if it means being left out or misunderstood. I’d rather stay home than go through the motions just to fit in.
This refusal has come with a higher price again and again. My life has never been easy—much harder than most people know. But I’ve learned to value depth over convenience, truth over approval.
So when people ask me why I only dance in Buenos Aires, the answer is this:
I come here for the rare, precious experience of true connection, transformation, and presence—the kind of dance that makes me feel fully alive.
That is non-negotiable.
And so, I keep coming back.
What is non-negotiable for you—in dance, or in life?
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Hace poco, un entrevistador de tango que conozco desde hace un tiempo me escribió después de un largo silencio. Cuando intercambiamos mensajes, su última pregunta quedó resonando en mi mente:
“¿Todavía bailás solo en Buenos Aires?”
Mi respuesta es simple: Sí, solo bailo en Buenos Aires.
Pero la razón detrás no es tan simple.
Lo he explicado antes, pero tal vez no lo suficiente claro. Para mí, bailar no es solo movimiento, pasos o el aspecto social. Es un estado de ser con el que no estoy dispuesto a transar—una calidad de conexión y transformación que solo he encontrado aquí.
A veces me preguntan: “¿Qué es exactamente lo que buscás cuando bailás? ¿Qué te hace decir sí o no?”
Voy a ser específico. Busco algo más profundo—una experiencia que va mucho más allá de los pasos o la técnica.
En términos generales, el baile en su máxima expresión es una experiencia de flujo y trascendencia.
La psicología lo llama “estado de flow”: te sumergís completamente, el tiempo desaparece y tus movimientos fluyen sin esfuerzo, como si el baile te estuviera bailando a vos. Hay un dejarse llevar, una entrega—más allá de la mente pensante, más allá del ego. Sentís que te expandís, te transformás, y estás más vivo que nunca.
En Tango Zen, es aún más que eso:
Busco presencia—real, encarnada, sin filtros. Cuando bailo, no intento “hacer” nada. No hay comentario interno, ni juicio, ni meta. Me vuelvo pura conciencia en movimiento. Dejo que la frontera entre yo y el otro se disuelva.
No solo me muevo; me mueve el tango. Soy bailado.
Eso es lo que exijo al baile y a mí mismo. Si no puedo encontrarme con el baile de esta manera, prefiero no bailar.
Por eso no bailo en Europa ni en ningún otro lugar. No siento lo mismo. No transo, aunque eso signifique quedar afuera o ser malinterpretado. Prefiero quedarme en casa antes que fingir para encajar.
Esta negativa me ha costado caro, una y otra vez. Mi vida nunca ha sido fácil—mucho más difícil de lo que la mayoría imagina. Pero aprendí a valorar la profundidad antes que la comodidad, la verdad antes que la aprobación.
Así que cuando me preguntan por qué solo bailo en Buenos Aires, la respuesta es esta:
Vengo acá por la experiencia rara y preciosa de la verdadera conexión, transformación y presencia—ese tipo de baile que me hace sentir realmente vivo.
Eso es innegociable.
Por eso, sigo volviendo.
¿Qué es innegociable para vos—en el baile, o en la vida?
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