“What is the sound of one hand clapping?” 05/02/2025
- viviana454
- Jun 3
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Tango Zen Journal – May 2nd, 2025
“What is the sound of one hand clapping?”
“¿Cuál es el sonido de una sola mano al aplaudir?”
This classic Zen koan is not a riddle. It’s a doorway.
It asks: Can you hear what has always been there, even when no one else does?
The sound is not missing.
It’s waiting—for stillness, for presence, for the right kind of listening.
Only when you’re ready—when something within you opens—do you realize:
It was there all along.
While collaborating on the documentary film Tango Zen: Returning to Tradition, directed by Juan Cruz Varela, we came across a powerful interview with Ricardo Vidort. In it, he spoke of a kind of tango that moves from the solar plexus, the energy center just above the navel. That moment stayed with me.
For over a year now, I’ve focused my personal practice on the chakra system, particularly the heart center. But after encountering Vidort’s words, I turned my attention to the solar plexus. Slowly, intentionally, I began to sense something shifting.
And then, this trip, something opened.
When dancing with experienced partners—those with 30 or more years of tango—I suddenly felt the connection come alive. With awareness in my solar plexus, I felt their response immediately. They noticed it too. Some asked what I had discovered. I told them: it took two years of energy work and listening in silence.
Then came a tanda with Myriam Pincen at Milonga Lujos last night. She reminded me—as she once said during her interview for my documentary Tango Your Life—“In tango, we never stop learning.”
Yes. The warmth, the flow, the pulse moving between us confirmed it again.
This connection is not learned in class.
It’s experienced. Transmitted. Felt.
When both partners are open, the energy circulates, and the dance becomes something else—alive, luminous.
To my tango friends in Buenos Aires who have danced with me, listened with me, and shared their presence—thank you.
You helped me open a new channel of connection.
You helped me hear what I hadn’t heard before.
And now, I can hear it.
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Este antiguo koan zen no es un acertijo. Es una puerta.
Pregunta: ¿Podés oír lo que siempre estuvo ahí, incluso cuando nadie más lo percibe?
El sonido no falta.
Está esperando—por quietud, por presencia, por la forma correcta de escuchar.
Solo cuando uno está listo—cuando algo adentro se abre—te das cuenta:
Siempre estuvo ahí.
Mientras colaborábamos en el documental Tango Zen: Volver a la Tradición, dirigido por Juan Cruz Varela, encontramos una entrevista poderosa con Ricardo Vidort. En ella hablaba de un tipo de tango que se mueve desde el plexo solar, el centro de energía justo arriba del ombligo. Ese momento se quedó conmigo.
Durante más de un año enfoqué mi práctica personal en el sistema de chakras, especialmente en el centro del corazón. Pero después de escuchar las palabras de Vidort, llevé mi atención al plexo solar. Poco a poco, con intención, empecé a sentir que algo se estaba abriendo.
Y entonces, en este viaje, algo se reveló.
Bailando con parejas experimentadas—personas con 30 años o más de tango—de pronto sentí que la conexión cobraba vida. Con conciencia en mi plexo solar, sentí su respuesta al instante. Ellas también lo notaron. Algunas me preguntaron qué había descubierto. Les dije: fueron dos años de trabajo energético y de escuchar en silencio.
Después vino una tanda con Myriam Pincen en la Milonga Lujos anoche. Me recordó—como dijo una vez durante su entrevista para mi documental Tango Your Life—“En el tango, nunca dejamos de aprender.”
Sí. El calor, el flujo, el pulso que se movía entre nosotros lo confirmó una vez más.
Esa conexión no se aprende en una clase.
Se experimenta. Se transmite. Se siente.
Cuando ambas personas están abiertas, la energía circula, y el baile se convierte en otra cosa—viva, luminosa.
A mis amigas y amigos del tango en Buenos Aires que bailaron conmigo, escucharon conmigo, y compartieron su presencia—gracias.
Me ayudaron a abrir un nuevo canal de conexión.
Me ayudaron a oír lo que antes no podía oír.
Y ahora, puedo escucharlo.
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